sábado, 12 de julio de 2014

EYES WIDE SHUT

            Pocos días después del estreno de esta película fallecía Stanley Kubrick dejando para la posteridad una docena de películas de heterogénea temática pero con el denominador común de un exacerbado perfeccionismo y la exploración de los más bajos instintos de la especie humana, tales como la violencia, ya sea a través de la guerra (La Chaqueta Metálica, Senderos de Gloria) o de la violencia individual (La Naranja Mecánica, El Resplandor) y el sexo (Lolita y la película que nos ocupa)
            Eyes Wide Shut fue el producto de un rodaje largo y complicado que dio lugar a rumores de todo tipo, entre los que destaca su relación con el desgaste del matrimonio de los actores Tom Cruise y Nicole Kidman, las supuestas escenas de alto contenido sexual protagonizadas por los susodichos o incluso la extraña muerte de Kubrick, que alimentó disparatadas teorías de la conspiración relativas a los supuestos mensajes ocultos en su obra póstuma. En cualquier caso, el resultado es una película de gran potencia visual como no podía ser menos en el genio neoyorkino, con una trama aparentemente simple pero repleta de símbolos que obligan al espectador a estar permanentemente atento, con momentos sublimes pero también con debilidades. Viéndola se diría que el obsesivamente perfeccionista Kubrick le hubiera dado un último repaso antes de que viera la luz -algo habitual en él-, pero la muerte se lo impidió. En cualquier caso es su obra póstuma y un compendio de su forma de entender la vida y el séptimo arte.
            La película es una adaptación muy libre de la novela “Relato Soñado” del Arthur Schnitzler, un novelista austríaco discípulo de Freud que describe desde una óptica psicoanalítica cómo se va destruyendo paulatinamente la relación de pareja de un matrimonio vienés de principios del siglo pasado debido a la confesión de la infidelidad deseada de la mujer que lleva a su marido a una serie de encuentros sexuales durante unos carnavales. Kubrick traslada la historia al Nueva York de los 90 y utiliza la relación de pareja como una estructura desde la que desarrolla una historia mucho más profunda, con implicaciones políticas e incluso esotéricas que voy a desarrollar a continuación

1) lo psicoanalítico
            Bill Hartford es un médico neoyorkino casado con Alice y tienen una hija llamada Helena. Su posición económica es desahogada, vive en un piso lujoso y entre sus pacientes se encuentra lo más selecto de la alta sociedad de Nueva York. Con motivo de las fiestas navideñas uno de sus pacientes llamado Ziegler organiza un baile en su casa al que son invitados los Hartford. Durante el mismo Bill es seducido por dos modelos que le proponen relaciones mientras que Alice rechaza la proposición sexual de un seductor médico.
            Su comportamiento en el baile desemboca en una discusión del matrimonio bajo el influjo del cannabis acerca del deseo sexual que termina cuando Alice le confiesa que en una vez deseó cometer adulterio con un desconocido. Esta confesión lleva a Bill a realizar un viaje que pondrá en peligro su propia vida y la de su familia.
            Kubrick abre las puertas de la casa de un matrimonio aparentemente feliz, pero un análisis más detallado muestra que sus cimientos están carcomidos por el hastío y el deseo. Alice está cansada de su vida de ama de casa y de tener que depender económicamente de su marido al perder su trabajo -como le confiesa al médico húngaro-, de un marido que la ignora -en el baño ella le pregunta ¿que tal estoy? Y responde preciosa sin mirársela- y de que su marido la use como acompañante en las fiestas a las que asiste para codearse con la alta sociedad. Por consiguiente, Alice desea darle un nuevo rumbo a su vida, esta es la verdadera advertencia que le lanza a Bill con la confesión de su infidelidad de palabra mas no de obra: que lo hubiese dejado todo (para cambiar de vida) por un desconocido. Pero Bill, atormentado por la imagen recurrente de su mujer en brazos de otro hombre, emprende un peligroso viaje nocturno en el que descubrirá nuevas formas de entender la sexualidad que pondrán en peligro no solo su matrimonio sino también su vida. Finalmente, un Bill derrotado y arrepentido confiesa a Alice sus infidelidades y sus miedos y mutuamente deciden que solo el sexo es la solución a su crisis matrimonial
Celos, infidelidad, lo onírico y lo real, la pulsión sexual, son elementos presentes en la obra “Relato Soñado” de Schniztler -un discípulo privilegiado de Freud-, que Kubrick incorpora su película pero sobre este armazón el cineasta teje toda una maraña de mensajes ocultos que obligan al espectador a estar permanentemente atento a todos los pequeños detalles.

2) Lo Esotérico
            Conmocionado por la confesión de Alice, Bill emprende un viaje nocturno que le conducirá hasta una mansión llamada Somerton en la que un grupo de carácter iniciático y esotérico celebra orgías bajo la protección de unas máscaras; aunque a decir verdad, este viaje comienza mucho antes, concretamente en el baile organizado en la casa de Ziegler. Los anfitriones saludan a los Hartford y Victor realiza a Bill un comentario acerca de sus partidas de squash, este diálogo no tendría mayor importancia de no ser por la breve escena intercalada en los títulos de crédito en la que vemos a Alice quitándose de una forma muy sugerente un vestido en su dormitorio.  Teniendo en cuenta la extrema minuciosidad de Kubrick, incluso el más mínimo detalle intercalado en las escenas tiene su importancia, asi, vemos que a la izquierda de los pies de Alice vemos dos raquetas y que el vestido que se está quitando es negro, y no de color crema como el que llevaba en el baile y a la derecha hay varios zapatos de tacón; por lo tanto esta escena es cronológicamente anterior a la primera escena con la que se abre la película, en la que vemos a los Hartford preparándoe para ir al baile. ¿Y si el saque y el juego al que se refiere Ziegler es una metáfora que hace referencia a Alice, que ambos se “pasan” durante el juego? En cuanto al vestido negro y los tacones, son una referencia a las capas negras y los zapatos de tacón que llevan las asistentes a Somerton.
Entre los títulos de crédito, como un destello, una breve imagen fuera de contexto repleta de detalles simbólicos. 
            Durante el baile en casa de Ziegler, dos modelos proponen a Bill relaciones sexuales en un lugar que se encuentra “más allá del Arco Iris”. Mientras que el médico húngaro propone a Alice que le enseñará la colección de esculturas renacentistas de Ziegler. El arcoíris es el nombre de la tienda de disfraces, que provee de indumentaria y de mujeres a los asistentes a la orgía y el renacimiento es precisamente la época de máximo esplendor del carnaval de Venecia, conocido por sus máscaras, las mismas que utilizan los asistentes a Somerton. Alice logra desembarazarse del médico alegando su condición de mujer casada, no sin antes besar su dedo índice y acercarlo a los labios del hombre, en un gesto impropio de alguien que está rechazando a otra persona. Ese gesto debe interpretarse más bien como un hasta pronto, ya nos veremos: en Somerton, evidentemente. Refuerza esta idea el hecho de que bebe de la misma copa de Alice, tomándose al pie de la letra las sugerencias realizadas por Ovidio en su obra “arte de amar”, un verdadero manual sobre el arte de la seducción. En el caso de Bill, debe dejar a las dos modelos cuando es requerido por Ziegler, quien está manteniendo relaciones con una prostituta en el baño que acaba de desmayarse por el efecto de las drogas. Así pues, hay en esta fiesta dos niveles, por un lado está el baile, con sus relaciones personales políticamente correctas y sus convenciones sociales; y por otro el adulterio, la prostitución, los encuentros sexuales a escondidas, lo oculto, lo prohibido, lo políticamente incorrecto, en definitiva.
            Compárese el baño de Ziegler, barroco, gigantesco, recargado con el baño de los Hartford, pequeño y funcional, señalando así que el anfitrión pertenece a la élite mientras que Bill es sólo alguien que se codea con la alta sociedad, pero que no pertenece a la misma. Abundan en la filmografía del genio neoyorkino los aseos como lugares que simbolizan lo oculto, lo íntimo, lo privado de los personajes, como oculto es lo que Ziegler practica en la intimad de su baño. La estancia está presidida por un cuadro que representa a una mujer desnuda, preludio de lo que está por venir en Somerton.
            La prostituta está insconciente recostada sobre un sofá de color rojo y cuando Bill logra que recupere la conciencia, la cubre con una manta azul. Estos dos colores y el violeta como combinación de ambos aparecen frecuentemente a lo largo del filme; el rojo simboliza la tentación, y el sexo como instinto; mientras que el azul simboliza el hogar y el amor conyugal; el violeta simboliza la dicotomía entre el sexo por el sexo y el amor.
Un baño suntuoso, colores simbólicos y sexo a escondidas en una fiesta de la alta sociedad
             En cuanto a la decoración de la casa de Ziegler, abundan en ella los motivos navideños tales como abetos y luces de colores, de entre todos estos motivos destaca una estrella de siete puntas presente en casi todas las estancias, y que por estar iluminada parece un adorno navideño más, pero es en realidad la estrella de Ishtar, una divinidad babilónica cuyo culto estaba asociado a ritos de fertilidad y hierogamia. Así pues, lo neopagano y lo judeocristiano se superponen a lo largo del filme como dos realidades que conviven en ese pequeño universo que conforma el Nueva York de Kubrick.
Una estrella de Ishtar convertida en adorno navideño con espumillones y luces, lo neopagano y lo judeocristiano fusionados
            Después de la confesión de Alice, Bill sale de casa para atender a la hija de un paciente que acaba de morir. Obsesionado con la imagen de su mujer en brazos de otro hombre, Bill vaga sin rumbo por la ciudad hasta que le sale al encuentro una prostituta llamada Dominó, quien le propone sexo por dinero en su domicilio. La puerta de color rojo del bloque de pisos ya sugiere que al otro lado se encuentra el sexo puro y duro, sin embargo el color violeta del vestido de Dominó indica que ante la prostituta Bill se enfrenta al dilema entre la pasión y el amor, y será una llamada de su mujer la que incline la balanza hacia este último extremo. Tanto su nombre –Dominó es el nombre de una máscara veneciana- como las múltiples máscaras que decoran el piso sugieren que también ella forma parte del grupo de Somerton; pero ella es sólo el último escalafón de la jerarquía, como lo demuestra el piso destartalado y sucio en el que vive, en comparación con las opulentas viviendas de Ziegler y Hartford, prostitutas destinadas a satisfacer los deseos sexuales de plutócratas.
Mascaras por doquier, adornos navideños y una prostituta con nombre de máscara veneciana, el preludio de Somerton
            ¿Y si el encuentro con Domino fuera el primer acto de un rito iniciático destinado a introducir a Bill en Somerton con el objeto de comprobar si está dispuesto a mantener relaciones fuera del matrimonio fuera de todo compromiso? Si así fuera, no ha superado la prueba, y sin embargo Bill prosigue su paseo nocturno que le conducirá a la mansión. Sus pasos le conducen hasta un club de Jazz donde actúa su amigo Nithingale, con quién se encontró después de mucho tiempo en la mansión de Ziegler. El color predominantemente rojo del club ya sugiere que es una antesala del sexo desenfrenado; durante la conversación con Nithingale -en ingles ruiseñor, el pájaro que canta en la noche, precisamente lo que hace el músico-, le habla de que su próxima actuación será en una fiesta llena de despampanantes mujeres desnudas que ha podido ver a pesar de tocar con los ojos vendados. Durante la charla recibe una llamada telefónica y Nithingale escribe apresuradamente una palabra en una servilleta. ¿Ha cometido el músico una imprudencia al hablarle de las mujeres desnudas y escribir la contraseña ante los ojos de Bill o tal vez se trate de una argucia destinada a despertar en el médico el deseo de asistir a la fiesta? No es casualidad que la contraseña sea Fidelio, pues en primer lugar se trata de la única opera de Beethoven –Kubrick era una gran melómano- y además la obra es una apología de la fidelidad matrimonial, precisamente todo lo contrario a lo que se ensalza en Somerton.
            Ahora Bill conoce la existencia de la orgía y la contraseña, pero para asistir a la misma es preciso ir vestido de una determinada manera, y se dirige a una tienda de alquiler de disfraces llamada “más allá del arco iris”, nombre que ya le fue insinuado a Bill por una de las modelos de la fiesta de Ziegler. Abundan en el interior de la tienda los trajes y máscaras venecianos a modo de preludio como ya ocurriera en la casa de dominó, claro indicio de que el dueño de la tienda también está involucrado en la secta. Mientras el dueño y Bill deambulan por la tienda buscando la indumentaria, el dueño descubre a su hija manteniendo relaciones con dos orientales ataviados con pelucas y con un maquillaje que desfigura sus rostros, acto seguido el dueño encierra a los dos hombres con llave en una habitación bajo la amenaza de llamar a la policía. Esta escena contiene una advertencia para Hartford: los no iniciados que asistan a la fiesta serán castigados. Antes de que la hija del dueño se marche le susurra al médico una frase al oído apenas audible: “deberías llevar una capa forrada de armiño” La piel de este animal se asocia habitualmente a la indumentaria de los papas y nobleza en general, así pues la frase significa que para ir a la fiesta no basta con llevar una capa y una máscara, sino que también hay que pertenecer a la élite a la que Bill, aunque intente parecerlo con sus alardes de riqueza, no pertenece.
Mas allá del arco iris se encuentra Somerton y la tienda de disfraces es la puerta de entrada
            Bill ya posee todo lo necesario para asistir a la orgía, así que toma un taxi que le lleva hasta una mansión en las afueras de la ciudad denominada Somerton. Resulta significativo que la reja de la puerta sea de color azul, puesto que estos grupos secretos ansían ofrecer una apariencia de “normalidad” hacia el exterior y que el coche que conduce a Bill hasta la puerta de la mansión sea rojo, pues más allá de la puerta de entrada ya no hay nada que esconder y reina el sexo sin límites.
            Hartford llega cuando la ceremonia ya ha comenzado, así que ni él ni los espectadores sabemos cómo empieza, ¿acaso no puede considerarse todo el periplo del doctor como un rito iniciático destinado a comprobar su predisposición a mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio al estilo de Somerton? Resulta significativo que dentro de la mansión no se encuentran los adornos navideños presentes en todas las escenas del filme, que han sido sustituido por una decoración de corte oriental; en Somerton no impera la tradición judeocristiana que impregna toda la sociedad, que ha sido sustituida por la tradición oriental que ensalza el placer dentro del sexo, baste recordar el kamasutra, el tantrismo o la filosofía Thelema, fundada por el ocultista británico Aleister Crowley.
            Al entrar Bill es saludado desde el palco por dos personas ataviadas con máscaras venecianas, que sin duda son el dueño de la tienda de disfraces y su hija, que son los únicos que saben qué mascara ha adquirido el protagonista. Hartford se sitúa entre un grupo de personas ataviados al igual que él con máscaras y capas y contempla una ceremonia en la que unas mujeres con el mismo atuendo que el resto de participantes se desnudan para acto seguido marchar con la pareja que han elegido de entre los asistentes. Ante sus ojos se desarrolla una ceremonia con un marcado carácter litúrgico: el incensario, los gestos ritualizados, la música, los bastonazos que señalan el tempo de la ceremonia… En esta liturgia ya no se busca el encuentro del hombre con lo divino, sino el encuentro del hombre con el hombre y la experiencia mistico-religiosa ha sido sustituida por la experiencia orgiástica.
Solo el dueño de la tienda de disfraces y su hija saben qué mascara usa Bill, por eso le saludan ¿o le advierten de que es un impostor?
            Una de las mujeres escoge a Hartford y a solas le advierte de que es un impostor y de que su vida corre peligro, pero la curiosidad de Bill es demasiado fuerte y deambula por la mansión contemplando toda clase de actos sexuales sin participar en ninguno de ellos y sin ni siquiera contemplarlos. Finalmente Bill es conducido de nuevo a la gran sala donde tuvo lugar la ceremonia, pero el escenario ha cambiado completamente, las máscaras de los asistentes son ahora grotescas y deformes y en el centro del círculo se encuentra el hombre de la capa roja sentado en un trono adornado con un águila bicéfala y un globo terráqueo, en alusión a la masonería, paradigma de las asociaciones ocultistas e iniciáticas. El maestro de ceremonias pregunta a Hartford acerca de la contraseña de entrada, que responde satisfactoriamente, pero no sabe cuál es la segunda contraseña y su engaño queda al descubierto. El músico solo conocía la contraseña de entrada a la mansión, puesto que cuando está dentro tiene los ojos vendados porque no ha sido iniciado, y sólo los iniciados conocen la segunda contraseña que abre las puertas de la ceremonia. Esa contraseña es la predisposición a mantener relaciones sexuales por placer, algo a lo que ni Bill ni Nithingale –felizmente casados- no están dispuestos. Y cuando Bill va a recibir el castigo como impostor, la mujer que anteriormente le advirtió de que se marchara de allí se sacrifica por él aceptando el castigo impuesto al médico. Sugestionado por toda la parafernalia religiosa que impregna el ambiente, Bill contempla como la chica es llevada de allí por un enmascarado.
Enmascarados bailando como en la fiesta de Ziegler, con la decoración oriental, el no-iniciado con los ojos vendados y los sexos confundiéndose  bajo máscaras
             Un conmocionado Bill regresa a casa y nada más entrar apaga el árbol de Navidad, pues ya conoce lo que hay más allá de la puerta de Somerton. Su mujer está riéndose en la cama, acaba de despertarse y le cuenta a Bill que ha soñado que mantenía relaciones con el marinero ante una multitud entre la que se encontraba su marido. Resulta significativo que Bill escuche esta narración precisamente cuando regresa de una orgía...
            Espoleado por el deseo de saber qué suerte corrió la mujer que se ofreció en sacrificio y su identidad, Bill emprende un nuevo viaje, pero su búsqueda resulta infructuosa: Nithingale ha huido después de haber recibido una paliza a manos de unos sicarios, Dominó ha contraido el sida y ha desaparecido, las puertas de Somerton se cierran ante él y al devolver el traje descubre que la máscara ha desaparecido. Su búsqueda no ha servido para nada, pero su periplo se ha convertido en un viaje iniciático que ha transformado interiormente a Bill: Ya no tiene reparos para seducir a la compañera de piso de Dominó y el dueño de la tienda de disfraces ofrece a su hija a Bill al tiempo que los orientales -que en realidad son una imagen del protagonista- han llegado a un acuerdo con el dueño y han disfrutado de la compañía de la chica. En definitiva, Hartford es ahora un iniciado que no siente prejuicios para mantener relaciones sin amor.
           
3) lo político
            De repente un asustado Bill descubre que un desconocido le sigue y todos los temores que le generaron las advertencias lanzadas por el maestro de ceremonias. Huyendo de su perseguidor entra en un bar; suena de fondo el Requiem de Mozart y en la primera página del periódico se puede leer “suerte de estar vivo” ¿está su vida realmente en peligro o son sus miedos los que le hacen creer que es así? Entonces lee un artículo acerca de cierta modelo llamada Amanda Curran que ha muerto de sobredosis y piensa que aquella mujer podría ser la que se ofreció en sacrificio en su ceremonia, y valiéndose de su carné de médico a modo de salvoconducto como ha hecho a lo largo del filme, logra acceder al depósito de cadáveres y cree reconocer en ese cadáver a esa mujer. Pero no es la mujer que se ofreció en sacrificio, sino más bien la que auxilió en la fiesta de Ziegler, coincide su nombre -Amanda y Mandy, una abreviatura- y su físico.
            Al salir, recibe una llamada telefónica, quien le solicita  que vaya a su casa, éste le recibe en una sala de billar llena de detalles simbólicos que desgranaremos más adelante. Durante la conversación Ziegler le confiesa que estuvo en la ceremonia, que el sacrificio no fue más que una pantomima, que los integrantes de la ceremonia eran gente muy poderosa, que mandó que le siguieran y que Mandy no era más que una prostituta que murió por sobredosis y que ellos no tienen nada que ver en su muerte. ¿Es eso cierto o por el contrario se trata de un ardid para tranquilizar a un asustado Bill? Los que se reúnen en la mansión son gente poderosa e influyente que busca dar rienda suelta a sus más bajos instintos en reuniones secretas introduciendo en la mansión a prostitutas de bajo nivel (Mandy y Dominó) para su disfrute a las que pagan con dinero y especies. La premisa fundamental de este grupo –y de todos los grupos de corte iniciático y esotérico- es el secreto, no toleran los intrusos y tampoco que una vulgar prostituta drogadicta los ponga en evidencia con una sobredosis. Los medios de comunicación son una de sus armas principales y su poder es tal que con una noticia pueden convertir un crimen en un vulgar eco de sociedad, como en el caso de Mandy.
            Ha llegado el momento de analizar los mensajes ocultos en la escena: la mesa de billar es roja –color poco habitual-, y Ziegler mientras habla oscila una bola y después una tiza, después se sienta y señala a Bill mientras habla. Todos estos detalles apuntan a una sola dirección: Ziegler es el celebrante que dirigió la ceremonia de Somerton, sus fiestas donde se reúne la flor y nata de la sociedad neoyorkina son solamente la parte visible de una secta iniciática donde un grupo selecto de plutócratas se entregan al sexo sin límites; los profanos que asisten a la fiesta observarán cómo los invitados bailan y hablan entre ellos, aunque en realidad es la máscara que utilizan para presentarse ante la sociedad; todo cuanto sucede en la fiesta entra dentro de lo políticamente correcto, de lo socialmente aceptado, aunque secretamente se realizan los acuerdos y los pactos que posteriormente se cristalizarán en las relaciones basadas por el placer por el placer que imperan en Somerton, como les ocurre a los Hartford.

Ziegler es el maestro de ceremonias

            Al llegar a casa, encuentra a su mujer acostada en la cama con la máscara que se extravió en la fiesta encima de la almohada que utiliza Bill, el color de la ropa de cama es morado, el deseo y la estabilidad conyugal se fusionan en la escena. ¿Cómo llegó hasta allí la máscara? Podría tratarse de una advertencia a modo de “cabeza de caballo” por parte de los miembros de la secta para que Bill desista en sus deseos de seguir averiguando, aunque la clave para entender la escena se encuentra en el anterior sueño de Alice; en realidad ella forma parte de la secta, podría haberle preguntado directamente a su marido qué hacía en la orgia, pero así se habría acusado a si misma, en su lugar optó por narrarle un sueño a modo de mensaje subliminal. Alice se acaba de sacar la máscara y lo mismo ha hecho su marido, su apariencia de madre y ama de casa no es más que la máscara que ha utilizado ante su marido y los demás, con la confesión de su deseado adulterio pretendió insuflar vida a su mortecino matrimonio, pero lo que logró fue poner la vida de su marido y su relación en peligro. También Bill se quita la máscara cuando confiesa a su mujer todas las aventuras que ha vivido a raíz del relato de Alice.
Tanto Bill como Alice han utilizado máscaras, ya sea reales o figuradas

           
¿te lo pasaste  bien en la fiesta, Pillín?
En la escena final los Hartford pasean por un centro comercial y mientras Helena se interesa por los juguetes, ellos deciden hacer borrón y cuenta nueva de sus respectivas aventuras y recurrir al sexo en pareja como única terapia para solucionar su matrimonio. Es una escena aparentemente normal, pero en segundo plano dos hombres maduros parecen muy interesados en unos peluches exactamente iguales al que tiene Dominó en su cama, y la niña camina hacia ellos hasta que la escena se corta. Esas dos mismas personas estaban en la fiesta, concretamente sentados ante una mesa a los pies de la escalinata. Bill sigue siendo sospechoso y los miembros de Somerton lo están espiando, Helena es el mejor chantaje que puede ser utilizado contra los Hartford…
Bill no está exento de peligro, lo vigilan y su hija es el mejor chantaje
            En definitiva, Eyes Wide Shut se erige como el canto del cisne de una cineasta genial que dirigió un puñado de películas para una selecta minoría que tuviera la capacidad de leer sus mensajes ocultos. Conspiraciones aparte, este filme desenmascara la doble realidad de una sociedad aparentemente próspera por fuera pero moralmente ruinosa en su interior.

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